En el rincón más apartado de un pequeño pueblo, vivía un anciano llamado Joaquín. Su casa, construida hace siglos con piedras y madera, estaba rodeada por un jardín salvaje lleno de flores y hierbas aromáticas que atraían a abejas y mariposas. Joaquín no era un hombre de muchas palabras, pero su sabiduría era inmensa y sus historias, fascinantes.
Cada tarde, se sentaba en un viejo banco de madera bajo un gran roble, donde contaba cuentos a los niños del pueblo. Les hablaba de tiempos lejanos, de cuando los gigantes caminaban entre los humanos y los dragones volaban sobre las montañas. A través de sus relatos, los niños aprendían sobre la importancia de la valentía, la bondad y la perseverancia.
Un día, una joven llamada Clara llegó al pueblo buscando respuestas sobre sus orígenes. Había